REVIEW: “Gekijou”/"Theatre" (2020) BY: HIKARI,

Vivimos tiempos extraños, "Theatre" tendría que haberse estrenado el 17 de abril de este año. Una semana antes, los intensos trabajos de promoción nos la habían dejado a pedir de boca. El director Isao Yukisada (“GO”, “Parade”, “River´s edge“ o “Narratage) definía su película como  “una historia de amor memorable”, al tiempo que Naoki Matayoshi, (autor de la novela original y  muy popular tras su éxitosa "Spark")  mostraba su satisfacción por el resultado obtenido con la versión cinematográfica de su personaje literario y parcialmente autobiográfico, al que definía como  “un ser humano que apenas comprende la naturaleza del amor”.  A la fiesta se acabaría uniendo el director coreano Bong Joon-Ho, que no sabemos si mantiene amistad con alguno de los dos, pero que apareció sorpresivamente para celebrar lo mucho que había disfrutado personalmente la película y alabar la capacidad de Yukisada a la hora de mostrar los muchos recovecos de las emociones humanas.

Toneladas de expectativas que acabaron frustradas ante la cancelación del estreno por el avance de la pandemia. Dos meses después, en medio de la competencia para hallar un hueco en el embudo de estrenos cancelados y la servidumbre de los aforos limitados de las salas de cine, Isao Yukisada, anunciaba con resignación que con el fin de asegurar la visualización (y recuperar al menos la inversión realizada), finalmente la obra se estrenaría simultáneamente en todo el mundo por medio de Amazon Prime Video, junto a su presencia en 20 pequeños teatros japoneses, que básicamente vendrían a dar testimonio para lograr su reconocimiento como “obra cinematográfica”  (Japón sólo reconoce como “cine” aquellos trabajos estrenados en pantalla grande). El fandom internacional celebraba la oportunidad inesperada de asistir a un auténtico estreno japonés sin las consabidas ausencias y demoras y los lugareños la de poder disfrutarla desde la seguridad de sus hogares y con el extra añadido de tenerla a su alcance en variedad dispositivos, incluida la pantalla del propio móvil, y la mayoría se preguntaba felizmente si la curiosa iniciativa crearía escuela.  Irónicamente, cuando finalmente la visualizas, y la propia película muestra ante tus ojos lo que significa el calor del público y el valor del aplauso de la audiencia en una sala, es cuando te das cuenta de la amargura que se esconde en todo lo que ha pasado aquí.

"Nagata (Kento Yamazaki) es un aspirante a escritor y director de teatro que en sus 20 años trata de sacar adelante un pequeño proyecto de teatral de estilo vanguardista junto a un antiguo compañero de instituto y un modesto elenco de actores. El resultado es una reiterada colección de fracasos que llevan al propio elenco a cuestionar su capacidad creadora. En medio de la agonía que le genera esa situación, conoce a Saki (Mayu Matsuoka). Ella es una estudiante de carácter alegre que se traslada a Tokio con la esperanza de convertirse en actriz. Tras el encuentro casual, el amor florece entre ellos y Nagata se muda al minúsculo apartamento de Saki teniendo como única aspiración de vida la de lograr su sueño artístico, mientras Saki le apoya económica y afectivamente de manera incondicional"

Ahondando ya en el contenido de la obra y abordándola con una mirada un tanto superficial, podríamos empezar concluyendo que estamos ante la historia de una relación de pareja disfuncional, al fin y al cabo, lo que veremos de primeras es que cuanto más se profundiza en el amor, más dañados salen los dos amantes tropezando una y otra vez en la profunda brecha que existe entre perseguir un sueño y vivir la realidad. Sin embargo, resultará imposible mantenerse en esta simple idea durante el transcurrir de una obra empeñada en escarbar en lo más profundo de sus personajes, porque Nagata, no es que sea un chico torpe a la hora de entender el amor o de construir afectos, es en realidad un inadaptado social por decisión propia y cuya existencia está tan dominada por su aspiración sin concesiones de alcanzar su sueño teatral como por el miedo de percibir su triste imagen reflejada en las miradas de los otros. Él se acoge desesperadamente a ese amor que Saki le ofrece, revestido de total admiración, por la necesidad de tener a alguien que crea en su talento, o incluso antes que eso, para tener a alguien que confíe en que realmente vale humanamente la pena. Aquí aparecen las primeras dudas para el espectador. Realmente podríamos decir que Nagata es escoria humana, utiliza a Saki como víctima propicia en la que verter todas sus frustraciones y miserias. No hay justificación, no promueve la empatía, y sin embargo…  no acabamos de conseguir odiarlo, quizás porque no utiliza el recurso fácil de aparentar ser otra cosa, o tal vez, porque de algún modo, todo eso que nos muestra en versión extrema, no nos resulte del todo ajeno. 

En el otro lado, nos encontramos con la complaciente y dulce Saki. Ella es capaz de anteponer con alegría su propio bienestar a los deseos de su amante sin importar lo irracional o egoístas que sean. Puede encajar la crueldad que el otro usa en su contra con una sonrisa y desde luego, daría la talla como víctima perfecta en cualquier otra propuesta que obviase el hecho de que existe una responsabilidad individual para todo aquel que decide en libertad. Cabe preguntarse también, si la bondad de ese “ser de luz” no resulta el único refugio viable para sus propias inseguridades y debilidades, o fijar nuestra atención sobre la delgada línea que separa el derecho de renuncia de la traición más pura, desde el momento en el que para ella todo lo que cabía esperar del ser amado estaba claro desde un principio y aún así, prometió un refugio seguro y aseguró el amor eterno.

Habíamos empezado escarbando con esmero en los sentimientos más profundos de nuestros personajes y acabaremos diseccionando el propio concepto del amor, que a lo largo de la película parece ir desgranándose por componentes como el que muestra una hilera de piezas oxidadas sobre la mesa, y es que al margen del deseo sexual (la película no lo muestra), vemos admiración, necesidad, carencias propias, dependencias emocionales y tal vez, traición, y todo se muestra sin mucho donde agarrarse para negar que eso sea amor. Uno podría preguntarse si no serán éstas, las mismas piezas que conforman la arquitectura sentimental de cada enamorado, y que en mejores ocasiones se nos presenta firmemente recubierta por hermosas guirnaldas de colores. Quizás aquí faltan las guirnaldas, o tal vez las proporciones de los distintos elementos no estén bien ponderadas.
 

Al margen de todo esto, probablemente estaremos de acuerdo ante la afirmación de que ninguna obra merece el calificativo de “obra maestra” sin su correspondiente escena memorable. Estamos de suerte porque la película nos regalará unas cuantas. Una de las más celebradas va a ser sin duda la del paseo en bicicleta. De entrada, la bucólica escena del chico pedaleando felizmente con la chica detrás es un clásico dentro del romance japonés, casi tan redundante como el esperado beso de la parejita vestida con yukata a la luz de los fuegos artificiales. Nos las cuelan todo el tiempo y casi siempre emocionan. Mi “bicicleta” claramente favorita hasta el momento era esa maravilla que Naomi Kawase nos regaló en "Shara (2003)". Ahora me encontré con ésta, que claramente es capaz de medirse en lirismo y belleza con cualquier otra pero que además te corroe por dentro como un veneno de absorción lenta.

Con todo, tengo el convencimiento de que si por algo recordaré siempre esta película, es por su desenlace final y tengo mis buenas razones para afirmarlo. La primera es que en realidad toda la película discurre apegada a la novela. No importa si no la hemos leído, es evidente desde los reiterados monólogos internos de su protagonista hasta la propia narrativa literaria en la que se mueve toda la obra. Dicho de otro modo, principalmente lo que hemos estado apreciando hasta este momento fluye a través del talento creativo de Matayoshi, y no es que esto tenga en sí mismo nada de malo, pero igual podríamos sentir la tentación de preguntarnos por la necesidad tener la película existiendo ya la novela, y es por esto que se vive gran satisfacción la llegada del instante en el que por fin veremos toda la magia narrativa propia del cine desplegar sus alas. En ese momento, Isao Yukisada, el que un día fue discípulo de Shunji Iwaii, consigue brillar como nunca con luz propia, flanqueado por las soberbias interpretaciones de Kento Yamazaki y Mayu Matsuoka. Entre los tres logran sugerir al espectador que la novela perfecta no podría revelar lo que ellos muestran.

La otra razón para celebrar este momento es también la más obvia. Me refiero a que en una propuesta de calado emocional tan profundo como la que se nos ofrece aquí, esta resolución de la trama es la que en gran medida significará el propio valor de la obra, la que realmente decidirá si estuvimos ante algo genial o se nos quedó en el intento, y del mismo modo que nos tensionamos al ver la recepción final del ejercicio de un gimnasta, nos descubriremos conteniendo la respiración ante el fascinante espectáculo de contemplar como el personaje de Nagata parece girar varias veces en el aire hasta completar su aterrizaje perfecto. Los títulos de crédito concluyen y todavía cuesta respirar. Realmente memorable.


Texto: Hikari.


TRAILER

 

1 comentario:

  1. El personaje de Nagata a veces lo comprendía y otras lo odiaba. Saki el claro ejemplo de darlo todo por amor, incluso su amor propio. Desdeñar los sentimientos humanos en esta película fue maravilloso. Gracias!!

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