Historia del cine hongkonés - Parte 5 -.

Gore y erotismo

Seguimos con el artículo que escribió Nuria Álvarez Macías para  - The Cult -

Les hablaré de cintas de la Categoría III. O lo que viene a ser lo mismo, de películas con altas dosis de sensualidad, o tan terroríficas como Doctor Lamb (1992) , de Danny Lee y Billy Tang.

Doctor Lamb es, simplemente, gore. Me interesa poco, por descontado. Pero entiendo que la Categoría III es sumamente interesante como fenómeno industrial. En ella podemos incluir cintas como tan inquietantes como Ebola síndrome (1993), Horrible high heels (1996) y Untold story (1993).

Se entiende por Categoría III todas aquellas películas destinadas para adultos y que, por consiguiente, reciben las etiquetas de repulsivas”, psicológicamente asfixiantes”, “crudas”, “sádicas y “ de extremada violencia sexual”.

De calidad menos cuidada y con presupuestos menores, estas películas, regularmente, contienen escenas de extrema violencia que pueden llegar incluso a la necrofilia o al canibalismo, por no hablar de múltiples violaciones o torturas.

Aunque desagradables, son una parte integrante del cine de la ex colonia, y paulatinamente han derivado hacia el reino de la copia pirata y el DVD.

Dentro de la Categoría III podemos encontrar varios subgéneros, entre los que predominan el horror, la acción, el erotismo e incluso la comedia.

El rey indiscutible de esta categoría es Anthony Wong, un actor brillante y con un extensa carrera, que en los años noventa se especializó en estas películas.

La impactante Untold story, protagonizada por él y dirigida por Herman Yau, es una mezcla tal de perversiones que hace que todavía la retenga en mi retina por lo impactante de sus imágenes. El argumento trasladaba al celuloide la historia real de un psicópata que conmocionó a la población de Macao por sus orgías de sangre y su sadismo desmedido.

Similares escenas las encontramos en Doctor Lamb, con un joven Simon Yam ( Election y Election 2) metido en la piel de un asesino en serie, al que le gusta descuartizar a sus víctimas y guardar cuidadosamente sus órganos en frasquitos de cristal.

 
No exagero al decir que la Categoría III es un asalto a los sentidos. Simplemente, expone ejemplos de depravación y desenfreno, y es el espectador quien debe elegir entre su disfrute o su condena.

Es curioso un cine de estas características en el Hong Kong postcolonial, bajo el gobierno comunista.

A todo esto, la reunificación también ha tenido su reflejo cinematográfico. De hecho, la actriz Michelle Yeoh, conocida por Supercop (1996) y Chao ji ji hua (1993), protagonizó en 1997 El mañana nunca muere, nueva entrega de las aventuras de James Bond que coincide en el tiempo con el fin de la colonia y la reocupación china de Hong-Kong. La película en cuestión expresó el buen entendimiento chino-británico y fue además el pasaporte de Yeoh para el cine norteamericano. Es más: ante la nueva situación política, numerosos profesionales del mundo del cine comenzaron a emigrar.

Muchos se fueron a Canadá, a Australia. No obstante, esa poderosa industria continuó en funcionamiento, y en 1998, un año después de partir los ingleses, se entregaron los Premios de Cine de Hong-Kong, lo que demostró la relativa libertad y la pujanza económica de su cinematografía.

Correspondió el principal galardón a Xianggang zhizao (1997), elegida entre candidatas tan notables como Cheun gwong tsa sit (1997), de Wong Kar Wai, Ko dou gai bei (1997), de Ringo Lam, Shi wan huo ji (1997), de Mona Fong, y Song jia huang chao (1997), de See-Yuen Ng.

Quedó así de manifiesto el papel modernizador que iba a jugar la cinematografía de la ex-colonia en el seno de cine chino.

El cine independiente

Nuestro repaso al cine hongkonés no sería completo sino abordamos dos parcelas que hasta ahora no hemos comentado. Por un lado y, a propósito de los Premios del Cine de Hong Kong (los Annual Hong Kong Film Awards), quiero centrarme en la ganadora en ese año 1997, la cinta indie llamada Xianggang zhizao. En su distribución, el título fue traducido como Made in Hong Kong (1997). Y me parece oportuno hablar de un tipo de cine independiente, que algunos directores como Fruit Chan, Nelson Yu y Kenneth Bi, están realizando en la ex colonia.

La otra parcela que me parece necesario tocar es el resurgimiento del cine negro, con figuras tan notables como Johnnie To, Soi Cheung, Wilson Yip, Andrew Lau y el ya comentado Derek Yee, entre otros.

Comencemos con el cine independiente.

La principal figura que sale a relucir es Fruit Chan. Chan nació en el año 1959. Con tan sólo diez años de edad se traslado desde la China continental (Guanzhzhon) hasta Hong Kong. Este hecho, común en muchos de sus conciudadanos, ha sido trascendental dentro de su filmografía y en su manera de retratar la ciudad que lo acogió. A medio camino entre el amor y el odio, y a través de temas tan cruciales como la inmigración, la prostitución, o el momento histórico del paso de la colonia británica a China, la mirada de Fruit Chan convulsionó la cinematografía local. Chan es denominado cineasta independiente, y esa es una difícil noción en el universo hongkonés.

¿Por qué? Primero porque el distanciamiento mostrado hacia las grandes casas productoras – sus primeros trabajos fueron avalados por el dinero de amigos entre los que se encontraba la incipiente productora del actor Andy Lau – demostraron que se podía hacer un cine al margen del marco comercial. Y segundo porque las motivaciones de sus películas respondían a una crítica social, irónica y particular, no amparada bajo etiquetas morales preestablecidas.

Made in Hong Kong (1997) fue su tarjeta de presentación y a través de la mirada desconcertada, nihilista y autodestructiva de su protagonista (Sam Lee, en su primer trabajo) asistimos al momento crucial de la entrega de Hong Kong a China. En un contexto de enajenación y de desconexión interna de la ciudad, la vida de tres chicos se va moviendo entre la incertidumbre y el futuro que les prometen. El desamparo de una gran parte de la juventud motivó a Chan a retratar ese otro Hong Kong, reinventando los códigos narrativos de las películas de tríadas, bajo un foco analítico que mostraba la difícil lucha por la supervivencia.

Volvemos, por consiguiente, a la estética del docudrama. La cámara en mano de Chan se enfrenta a las realidades de su ciudad y dota a sus personajes de una insensibilidad tal, que imposibilita la transmisión de valores y las relaciones humanas. Por ello, en todas sus películas Hong Kong aparece retratado como un espacio conflictivo de supervivencia personal.

Con su siguiente reto, Longest summer (1998), se aproximó aún más al momento histórico de la entrega de la colonia a China. Irónicamente, adquiere protagonismo un grupo de soldados en paro, abandonados por el gobierno británico y desamparados por el nuevo régimen hongkonés. Fruit Chan supo transmitir con maestría la pérdida de orientación de estos hombres, y los lleva al límite del disparate al planificar el robo de un banco. Chan demuestra que esta fórmula irónica es una de las maneras más seguras de llegar hasta el realismo.

Little Cheung (2000) cierra esta trilogía sobre el paso de la colonia a China, y lo consigue mediante la adulta mirada de un niño que, a través de sus labores como repartidor de comida, conoce ese otro Hong Kong al que Fruit Chan tanto se ha acercado.

El propio chico, de tan sólo ocho años, mediante una conmovedora voz en off nos dice: Yo no soy una excepción, el dinero es un sueño, una aspiración y es el futuro”.

Quizá sea el pragmatismo el calificativo que mejor define a los protagonistas de sus siguientes películas: Durian Durian (2000) y Hollywood Hong Kong (2001). Prostitución e inmigración adquieren todo el peso argumental en unos filmes que son el retrato de gente corriente. Gente que logra convivir con sus miserias de la forma más experta y funcional. Tal y como nos dice la protagonista de Durian Durian: ganarse el dinero en Hong Kong es muy duro, y al igual que el durian (una fruta exótica del sudeste asiático), ella mantiene con la ciudad una relación de amor-odio.

A modo de metáfora, Chan se vale de esta fruta maloliente y muy difícil de abrir, pero deliciosa y dulce en su interior. Refleja con ello una ciudad extremadamente dura, pero que te atrapa cuando has vivido en ella.

En Hollywood Hong Kong, la protagonista trae la felicidad a una joven familia que vive entre cerdos, pero al mismo tiempo también les origina su desgracia al ejercer sobre ellos la extorsión. Para Fruit Chan eso es la realidad. Moverse entre la fantasía y la desilusión, entre sueños y verdades. Una fantasía que se aproxima al lirismo e incluso a la ternura en Public Toilet (2003).

Su nuevo filme, Dumplings (2004), estrenado en nuestras pantallas, fue concebido como un deseo de fusionar el terror, las tradiciones chinas y una feroz crítica hacia la sociedad de la imagen.

En definitiva , les hablo de un autor de películas enérgicas, críticas y realistas, pero que, parafraseando sus palabras, tienen sentimientos y sensaciones

Al citar el matadero de cerdos de Hollywood Hong Kong, no he podido evitar relacionarlo con el cine del japonés Hayao Miyazaki, en cuyas películas el cerdo se convierte en un animal totémico. La asociación de ideas ha sido inevitable.

El hecho es que Chan debió de coger gusto a eso de rodar con cerdos.

Gracias a una película promocional que reunió a quince de los más prestigiosos directores de la industria hongkonesa y a su star system, realizó el cortometraje titulado Small Pig Is Ill (2003).

Trata sobre un cerdo que parece enfermo, pero que en realidad quiere ver mundo y sentirse querido por las personas del exterior. Fruit Chan colaboró desinteresadamente, al igual que el resto de sus colegas, en esta película cuya finalidad era lanzar un mensaje de calma y optimismo a la población hongkonesa, ante la expansión de una de las mayores epidemias conocidas en China: el SARS (síndrome respiratorio agudo severo). El cineasta quiso reflejar la epidemia desde la perspectiva de un animal. En definitiva, se trataba de enviar un mensaje de respeto y tranquilidad a la población, aceptando al enfermo y también luchando por ganar la batalla a esa dolencia.

Creo que los occidentales no se hacen idea de lo que ha supuesto el SARS. Los comienzos del siglo XXI en Hong Kong, nos ha dejado muchas imágenes de su población y de sus grandes estrellas yendo a estrenos de películas, o a celebraciones de premios, con mascarillas blancas.

Curiosamente, su cinematografía se ha ocupado poco de esta epidemia. Me vienen a la memoria únicamente dos filmes que reflejaron abiertamente el problema social del virus. Uno de ellos es la magnífica película Golden Chicken (2002), de Samson Chiu. En esta cinta, a través de la vida de una entrañable prostituta, el espectador recorría la historia de Hong Kong mediante una perfecta combinación de ternura, ironía y crudeza, desde los años ochenta hasta el año 2046. (Por cierto, he aquí un guiño a la obra homónima de Wong Kar Wai: los protagonistas de Golden Chicken señalan ese mismo año como la fecha del estreno de 2046, ironizando así sobre los interminables proyectos de Kar Wai).

 
En uno de los episodios de la vida de Kum, esta prostituta entabla relación amistosa con uno de los médicos que trabajaron duramente en la erradicación del virus. El desenlace final, con la muerte del doctor, es matizado por el triunfo de la ciudad de Hong Kong sobre la epidemia.

El otro largometraje en torno al virus fue City of SARS (2003), que proponía una visión optimista de su eliminación. Recuerdo esa escena final en la que, por medio de una panorámica, se ve a una multitud que tira sus mascarillas al viento en señal de victoria.

Aunque Fruit Chan eclipse al resto, no puedo dejar de nombrar a dos creadores tremendamente experimentales: Nelson Yu y Kenneth Bi. El primero ha trabajo en la fotografía de muchas de las películas de Ann Hui, Jia Zhang-Ke y Wong Kar Wai. Destaco su cortometraje Dance me to the en love (2003), donde juega con el desenfoque, las deformaciones de la imagen, y el uso del color con tonalidades sepia y verdes.

No es el único caso. Kenneth Bi es más convencional en la narración. Destacó con su primera película A small miracle (2000), en la que un humilde contable ve cómo su vida se transforma al encontrar accidentalmente un alijo de droga. Según él mismo dijo, Bi quiso plantear una historia cotidiana, con mayores dosis de empatía que las derivadas del cine comercial. Al igual que Fruit Chan, este director se rodea de actores no profesionales.

Trailer de Ebola Syndrome





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